La exmujer de Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, se ha rodeado de un equipo de reconocidos expertos, entre ellos el decano de los forenses argentinos, Osvaldo Raffo, para llevar adelante su propia investigación.
Sus conclusiones han caído como una bomba sobre el caso: Nisman no se suicidó, fue víctima de un homicidio, agonizó, su cuerpo fue movido tras recibir el balazo en la cabeza que acabó con su vida y habría muerto en la noche del sábado 17 de enero y no el domingo 18 como apuntaba la investigación oficial.
La contundencia con la que la familia de Alberto Nisman sostiene que fue víctima de un homicidio da un vuelco al caso un mes y medio después de la muerte del fiscal que denunció a la presidenta argentina, Cristina Fernández, con consecuencias imprevisibles en pleno año electoral.
Nisman, que investigaba el atentado de 1994 contra la mutualista judía AMIA, fue encontrado muerto de un disparo en la cabeza en su apartamento el 18 de enero, cuatro días después de denunciar a Cristina Fernández por presunto encubrimiento de los iraníes acusados de ese acto terrorista.
Para Arroyo Salgado, la muerte de Nisman es un «magnicidio de proporciones desconocidas» que «impactó de lleno en la institucionalidad y en la República».