«Te parte el alma», le decía este jueves al Hufftington Post Jana Mason, consejera de relaciones de gobierno y asuntos internacionales de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR. Al día siguiente de que pronunciara esas palabras, la realidad superó la “vergonzosa marca”.
Ayer Naciones Unidas tuvo que anunciar la cifra que no esperaba que se alcanzara y, después de más de dos años de conflicto entre el régimen de Bachar al Asad y sus detractores, admitió lo que se veía venir: que la cantidad de niños sirios obligados a refugiarse en otros países superó el millón de personas. En total, los que escaparon del país en los últimos dos años y medio son más de dos millones de personas. Pero si se cuenta a los desplazados internos, para fin de año habría 3,5 millones de sirios refugiados, todo un Uruguay que vive de campamento.
La actuación de la agencia de la ONU para los refugiados en Siria es considerada la mayor operación humanitaria de la historia. Sin embargo, nada parece ser suficiente ni siquiera para los responsables, que se lamentan porque “no se está haciendo lo suficiente” para brindar a los niños el apoyo psicológico y material que necesitan, según reconoció ayer Guterres. De acuerdo con datos divulgados por Naciones Unidas, apenas se consiguió el 40 % del fondo de tres mil millones de dólares que se necesita para atender las necesidades de salud y educación de los refugiados.
Para Mason, que está día a día con la realidad de los refugiados, “no sería una exageración decir que, cuando en un futuro Siria vuelva a ser un país seguro y la gente comience a volver a su hogar, habrá una generación de personas sin educación y traumadas. El futuro de Siria es muy inquietante”.